Muchos hogares son victima del conflicto que se genera a partir del servicio "A Dios" en la congregación. Realmente ganar el mundo para Cristo es una meta codiciable, ¿quién no querría tener parte en esa tarea y recibir tal honra?
Pero hay llamados que a nuestros ojos no son tan atractivos.
Tal es el caso de la ministración en el hogar.
El primer lugar donde Dios desea que se manifieste nuestro ministerio es en casa, con nuestra esposa(o) e hijos. Si ellos no son capaces de reconocernos como verdaderos siervos de Jesucristo, ¿por qué Dios nos tendría que honrar delante de otros?
Entonces, el primer sitio que debe ser evangelizado y ganado para el reino es nuestra propia casa.
El Señor les encomendó a sus discípulos que fueran testigos suyos partiendo desde Jerusalén (que representa nuestro hogar) y luego se extendieran a Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra"
Muchos que tienen un genuino llamado de Dios al santo ministerio, están deseosos de ganar a todo el mundo para el Señor, pero han sido negligentes en ganar sus propios hogares, y esto porque a veces su testimonio de vida es tan débil que quienes les conocen de verdad, simplemente no acreditan tal ministerio.
Es bastante fácil ser el siervo de Dios el domingo un par de horas delante de la gente, pero lo que somos en casa día a día ES LO QUE CUENTA ANTE NUESTROS HIJOS Y ANTE DIOS.
El ministerio debe ser legitimado con un testimonio que parte en casa, con mi propia familia y luego, si demuestro ser capaz de gobernar bien mi casa, estaré en condiciones de gobernar la iglesia de Jesucristo.
Frente a la premisa: "quiero ministrar la iglesia", Dios dice, "parte en casa gobernando la iglesia que tienes más cerca que son tus hijos, tu esposa(o), porque "Al que es fiel en lo poco, Dios ha prometido ponerle sobre más".
Bendiciones,
Pastor Gabriel
"Quiero ministrar la iglesia"
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