¿Y nosotros?



Creo que son muchos los hijos de ministros del evangelio que se hacen esta pregunta. Viendo que sus padres tienen tiempo, amor, paciencia y disposición para ministrar las necesidades de otros, pero no viendo la misma disposición hacia ellos.

He conocido decenas de hijos de pastores que están viviendo días tristes porque se sienten postergados por sus padres. Claro está que no es algo que los padres hagamos de manera conciente, pero el caso es que de todas formas el daño se hace.

Lo peor es que esto va creando profundas heridas en los corazones de los hijos quienes finalmente por un asunto de asociación determinan que Dios es el culpable de su sufrimiento, y terminan por ver a Dios como un enemigo más que a un amigo y salvador.

Creo necesario meditar en esta situación. Espero en Dios algún ministro sea guiado para leer este artículo y revisar su comunión con los hijos. Ciertamente muchos ministros hacen un excelent6e papel como padres. amigos y consejeros de sus hijos, pero se que hay un número no pequeño de otros que no lo están haciendo.
Posiblemente porque están tan ocupados con la obra de Dios, que no se handado cuenta. Por esta razón dejamos a veces de lado incluso al Señor de la obra.

Nuestros hijos son nuestra viña a cuidar, son la herencia de Jehová (no la nuestra) y nos hará bien (y a ellos) detenernos un minuto, abrazarlos, escucharlos y preguntarles como van las cosas POR DENTRO, en sus corazones.

Jesucristo fue tentado por el diablo y salió airoso de tal tentación por 2 razones fundamentales.

Primero, acababa de ser INVESTIDO con el poder del Espíritu Santo.
Segundo, el mismo Padre había testificado "tú eres mi hijo amado"

Dos ingredientes indispensables para tener victora en Cristo: el poder de Dios y el Amor de Dios. La tentación buscó fundamentalemnte llevar a Cristo a actuar para "demostrar" que era el Hijo de Dios.

Cuando nos sabemos (y sentimos) amados, no necesitamos demostrar nada a nadie. Ese amor y respalo nos dan la seguridad para enfrentar cualquier situación y derrotar al enemigo más grande.

David lo hizo. Conocía el poder de Dios y se sabía respaldado (amado) por Él. Esto le permiíó vencer al gigante Goliat.

Démosle a nuestros hijos estas dos armas de victoria. No nos cuestan nada y los beneficios son tremendos.

0 comentarios: